ilustración y texto a cargo de Sandra Martínez
Lucía el sol en cielo de aquella ciudad
gris, mientras ambos cuerpos yacían bajo aquella buhardilla, y sus muslos y sus
rostros acariciaban las sábanas.
Dos tazas de café para comenzar el día, y
unas cuantas muecas de Marine al sorber aquel líquido caliente que encendía su
cuerpo y le dejaba sin fuerzas, ahogándose de placer tendida sobre el parquet.
Él seguía entre las sábanas, rehusando
levantarse, con los brazos sobre los ojos, mientras la carne se adhería ante
aquel falso calor.
Porque había anoraks rojos por las calles
y bufandas largas, pero el sol era un
mentiroso desde aquella habitación. Mientras tanto, allí dentro había remilgos
sobre la mesa, croissants recién comprados y las pestañas entrelazadas, el
amanecer había comenzado a nombrarlos.
Rue Leon Jouhaux, perpendicular de Quai
de Valmy, y ella acariciando las verjas del edificio amarillo, de ventanas
juntas y cortinas corridas.
Doce, catorce, dieciséis.
Viento entre las mangas de las cazadoras
y el sol clavándose en sus espaldas.
Dieciséis, catorce, doce.
Cortinas corridas y ventanas juntas del
edificio amarillo al que ya no le acariciaba las verjas, et accueil nouveau!
Pelaba Marine las remolachas a la espera
del agua, del cazo, del vapor, mientras él quitaba el carrete, y les disminuía
el estómago y se les agrandaba el corazón.
Cortaba el repollo y lo hervía a fuego
lento , ella mujer de cabello recogido, torso firme y manos delicadas, cuyo
retrato yacía sobre las manos de él, sonriendo en la habitación contigua.
Sopa rusa sobre los cuencos y muchachos
con hambre para vidas hambrientas.
Y distancia que descansaba sobre la mesa
al terminar.
Mientras el silencio que trae el mediodía
sonaba, como lo hacían las caricias entre sus cuerpos, desnudos sobre las
sábanas.
Poca luz. Solo el color rojo asomando
bajo la puerta, la diferencia entre la oscuridad total y la capacidad de
revelarse está descrita en esta habitación que contiene a partes iguales
silencios ciegos y amor. Magia y carretes apilados. Fotografías empapadas recién
colgadas. A secar.
-¿Y se seca el amor? – preguntó ella
sumergiendo otro papel.
Ellos lo hacían y jugaban con él mientras
mezclaban líquidos y revelaban la tristeza de cada rostro.
Ahora está reflejado el de Marine y la tristeza la puede.
Sorbe el café y está amargo, más, mucho
más que bajo aquella buhardilla en París. Y hace muecas hasta que la tormenta
llega, y caen las lágrimas de sus ojos ,inertes, pálidos, poniéndolo todo
perdido.
Y a cada trago más amargo el café, y a cada
año más triste…
Y es que el amor necesita de tiempos y de
habitaciones oscuras para completar sus ritos.
3 comentarios:
Precioso!! Me ha gustad muchísimo, tanto el texto como la ilustración, enhorabuena a su autora!
Encaja bien la bonita ilustración con el texto. Vaya que me pareció muy bello. Me encantó como lo termina.
<3
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