martes, 14 de junio de 2011

10 place dauphine

mi vida en paris ephemera_gabriel


ilustración a cargo de Ángela Carrasco
texto a cargo de alles lüge
vida creada para Gabriel Martín Pérez

Anoche robé un George Duncan del siglo XIV y coloqué en su lugar la portada de un periódico. Nadie se dio cuenta hasta las 19: 53 de la noche, minutos antes de cerrar. Uno del equipo de seguridad del centro Pompidou se percató de que aquella portada de Le Figaro era de hacía una semana. Conclusión: las noticias caducan, la belleza no.
O algo así dijo Alain.
(Alain no habla: Alain solo escupe aforismos y epitafios de su boca)
Esas son frases contraproducentes para mi actual estado hormonal, le respondí yo. Me empujó hasta la cama como toda respuesta. No me resistí pero la cama crujió como si tuviera huesos y reuma y doscientas enfermedades terminales a la vez. Obviamente, terminamos en el suelo. Al entarimado no le importó demasiado pero algún vecino llamó a la policía la cual, por supuesto, no acudió.
Pero no adelantemos acontecimientos y dejemos al parquet en su sitio.
Vivo en el número 10 de la Place Dauphine y a veces pierdo las llaves de mi portal. Vivo con una francesa sorda, un pakistaní ciego y un turco sodomita, pero siempre saco la basura a deshoras. Algún día me multarán y por eso a veces robo cuadros. Cuadros valiosos. Óleos prestigiosos. Pinturas cuadradas. Moriría en la cárcel si algún día me atrapasen pero lo que más me aterroriza de todo es que la policía me sorprenda alguna mañana sacando la basura a tomar el sol.
Solo Alain lo entiende y por eso le amo.
Me sigue desde que compartimos mesa accidentalmente en el Mishima Bar. Allí todos los menús tienen nombre de suicidas japoneses. Aquella noche de Abril ambos pedimos a Kawabata y el camarero nos respondió que nos pusiésemos de acuerdo, que solo quedaba Kawabata para uno. Decidimos unir nuestras mesas y compartir los platos y hasta los palillos. Desde entonces vive pegado a mi espalda y me recita de memoria pasajes de “La casa de las bellas durmientes” todas las noches, como si así pudiera retenerme. Otra forma que tiene de amarme es conocer a muchos coleccionistas, a los cuales coloca los cuadros que robo. Las ganancias las dividimos al 50 %, pero él siempre se gasta su parte en inversiones fraudulentas y organizaciones internacionales. A veces dona su dinero a UNICEF, pero solo si se acercan las fechas navideñas. La mayor parte del tiempo se lo gasta en alcohol, gabardinas grises y coches caros. Es un bon vivant, un enfant terrible, un gilipollas a full time. Por eso lo quiero, aunque todavía viva con su madre, aunque solo sepa de su vida que en algún tiempo pasado fue paracaidista y poeta. Le gustaba caer y fracasar al mismo tiempo, decía. Caíste sobre mí, suelo responderle. Ahora no me puedo levantar, suele decir con una sonrisa. Normalmente después me empuja hasta la cama y ésta rechina y alguien llama a la policía a altas horas de la madrugada.

4 comentarios:

marta dijo...

me encantaaaaaa!! me encanta el texto y me parece exquisita la ilustración

Transeúnte dijo...

Impresionante. Me encanta este estilo de narrar entre en el neosurrealismo humorístico y la cercaneza poética.
Y la imagen genial.

Me ha gustado mucho la idea de este proyecto, y me seguiré paasando por el blog.
Un saludo y hasta pronto

PD: Si buscáis voluntarios para regalar vuestra próxima vida, aquí me tenéis :)

Gabriel Martín dijo...

Dios!!! que ilusion soy el que envió la "vida creada" Genial el texto y la ilustración!! Muchas gracias :D

Mae dijo...

Una de las mejores historias, te hace reir.

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