martes, 21 de junio de 2011

RUE DE VAUGIRARD 328

vidaenparis1
ilustración a cargo de  Bea Crespo
texto a cargo de Joanaina
vida creada para Itsaso Urdaibai

Me pasé tres días sentada delante de la habitación 413 del Hospital Vaugirard-Gabriel Pallez, en la planta de pediatría. Los niños hacían cola para sentarse en una butaca de un amarillo mostaza que Michel había acomodado justo frente a mí. A mi izquierda tenía una mesita lo suficientemente amplia para poner algunas acuarelas y pinceles, y apoyaba el cuaderno de dibujo sobre mis faldas, normalmente cubiertas por mi bata azul celeste con dos botones rojos en lo alto del cuello. La mayoría de aquellos niños llevaban ingresados mucho tiempo. Tal y como me había pedido Michel, yo me limité a dibujarles aquel recuerdo que todos tenían del día que llegaron al hospital: les ponía la pierna que les faltaba a los cojos, les quitaba la silla de rueda a los paralíticos o les ponía pelo a los que lo habían perdido por el cáncer, coletas de colores, broches en el pelo, rizados impecables. Pero por encima de todo, lo que más me gustaba era dibujarles su mejor sonrisa mientras me miraban con aquellos ojos tan sinceros. Las había picaronas, brillantes, rojizas, burlonas, inocentes, babosas, suaves, tiernas… Luego me llevaba los dibujos a casa y Xian, con aquellos ojos rasgados y aquellos deditos inocentes, señalaba el color que le gustaba más en una carta Pantone y Michel les ponía un marco de madera que pintaba del color elegido.
Hace un par de días, mientras buscábamos en la habitación de los trastos un parasol que compramos antes de adoptar a Xian en un mercadillo que habían montado en nuestra calle, dentro de un baúl de mimbre aparecieron todos esos dibujos. Los recogí y los saqué a la terraza. Buddy, como casi siempre, se empeñó en seguirme y acurrucarse sobre mis pies con toda esa mata de pelo suave de color canela. Los iba pasando uno a uno, fijándome en el nombre del niño, que Michel había escrito en el reverso de cada dibujo, y en el día de su hospitalización. Cléa, Julien, Mathieu, Allain, Clarisse. De golpe, entre todos aquellos dibujos, apareció uno que no era mío porque aquella mujer con gafas y bata azul celeste era yo. Los detalles del dibujo eran magníficos: la bata, los jarrones con pinceles, la butaca, el nº 414. Si los detalles no hubieran sido tales no me habría reconocido porque aquella mujer solitaria llena de manchas de pintura no sonreía. Fue entonces cuando me dio por llorar y seguramente lloré todos los nombres de aquel invierno.

4 comentarios:

Anna Liebheart dijo...

Me niego a que esta estupenda vida se quede sin comentarios...es sin duda una de las más hermosas, la ilustración está hecha con tanta delicadeza como el texto. los detalles, los pequeños son los que nos devuelven imágenes de un espejo que a veces no nos atrevemos a mirar...hay tanto por descubrir dentro..

Marta Vargas dijo...

Me ha encantado :-)
La ilustración es preciosa!!

Ana Elorza dijo...

Muy original y emotiva la historia.

Anónimo dijo...

¡¡¡¡ es mi historia ¡¡¡¡¡¡
Que hermosa historia, tengo los ojos llenos de lágarimas y no puedo ni escribir.
Mil gracias Bea y Joanaina
Itsaso

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