viernes, 30 de diciembre de 2011

Quai D'Orleans, 5


postcardsfrom-Andreagportoles
fotografía a cargo de Andrea G. Portoles
Texto a cargo de Silvia Guerrero Rosa
vida creada para Sari Takakura


Por los adarves de la Rue Halévy las hojas tostadas por el otoño se me van pegando alos zapatos. Es temprano y una humedad implacable recubre todas las esquinas,las gárgolas de los desagües. Los ensayos de cada domingo por la mañana en el Palais Garnier se tornan deliciosos si un sol como este me recuerda que, apesar de este frío casi invernal, la ciudad me permite disfrutar de las gafas de sol que Camille y Aghate me regalaron por mi cumpleaños. Los paseos matutinos me llevan a aquellas mañanas de conservatorio en Quai d´Orleans,cuando en los pasillos, cualquier sonido de un instrumento lejano te hacía regocijarte en la certeza de que nunca estabas sólo en ese gran edificio. Siempre le digo a Camille que aprecie el tacto de las teclas, que las distinga y las toquediferenciando su olor.
Juntas revelamos (en sus dos acepciones) las fotos de cada domingo de camino al mercado. A la altura del Pont des Arts siempre les cuento la historia de la ópera que estoy ensayando en ese momento. Con La Bohème jugamos a ser tres jóvenes que aman la música, nosemocionamos con Madame Butterfly en su tercer y último acto y escenificamos los grandes pasajes de las mejores sopranos. Aghate intenta pintar en acuarela las historias que narra la lírica mientras ensayo en casa. Dice que dibuja con ropa azul a los hombres que se enamoraron de alguna mujer extranjera y que a ellas sólo les dibuja una bocaroja porque es lo que ellos aman en mayor medida. El verde queda reservado a los vestidos de los invitados de la boda de los enamorados.
El silbido de la tetera nos traslada a un desayuno incipiente que nos espera en la cocina. Las vistas no son muy buenas desde la ventana, pero una pequeña Bigband ameniza ese pan delicioso que parece dibujado con lápices de colores. Camille me pregunta si quizás las flores frescas del jarrón no serían más duraderas si bebieran de mi café imperdonable y su hermana le responde que una margarita que bebiera café estaría tan nerviosa que no dudaría en esconderse por toda la casa. Me fascina la imaginación con que los niños parecen darnos una lección devida a los más adultos.
París nos confirma que aquí las historias de amor son una opereta y que las flores,más allá de acompañarnos en el desayuno, nos hacen saber que junto a un buen café, la existencia puede ser maravillosa.

1 comentario:

Sari dijo...

He esperado ansiosamente por esta entrada, ya apenas me acordaba de la vida que había esbozado para que dos artistas le dieran forma. Ahora, leyendo el texto empiezo a recordar aquél boceto de vida ideal en el que yo soy una cantante lírica con dos hijas pequeñas viviendo en la calle al lado de dónde hace ya dos años hice mi primer picnic a la orilla del Sena.
Me ha gustado mucho el resultado, me parece muy coherente y de mucha sensibilidad.
Me ha alegrado el día.
Muchas gracias!

Sari Takakura.

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