martes, 6 de septiembre de 2011

Rue de la Bûcherie 8


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fotografías a cargo de Sergio Aritméndiz
texto a cargo de Anna Liebheart
vida creada para Federico Calabuig


Me despierto en una plaza con la sensación de que ayer me fui pronto a la cama, hacía frío y la calefacción había dejado de funcionar. Recuerdo cuatro mantas sobre mi cuerpo, una taza de té y un libro de un escritor francés  con demasiadas consonantes, fui incapaz de leer ni una palabra. Recuerdo el silencio y el color naranja guiándome en sueños, recuerdo a una chica, una desconocida y una voz, su voz estableciendo huecos en la madera de los bosques. Mis recuerdos parecen el hilo musical de otro, alguien un poco más alto que yo y tal vez más viejo, sus canciones hablaban de lagos en regiones donde el hielo es una sana costumbre para los patinadores y la gente decora sus casas con pequeñas ramitas que recogen del bosque. En sus canciones había peces que solo regresan en primavera, peces naranjas, como su gabardina.

 Abro un poco más los ojos, me incorporo y siento que en París la gente no se percata de mi presencia, como si haberme quedado dormido aquí y no saber como ha sucedido, fuera algo a lo que esta gente está más que acostumbrada.  Me gusta esto de no estar del todo aquí, tal vez siga durmiendo  en mi habitación de la Rue bûcherie , mientras en sueños disfruto de un comienzo nuevo. Camino pegado a los pliegues rocosos de las estatuas, me siento en bancos donde da el sol y caen las hojas y noto que el hambre comienza a hacerse notar y automáticamente pienso en cines a las cuatro de la tarde, poca gente, sillones antiguos, olor a humedad y palomitas. Entro en el primero que encuentro, como nadie parecer verme me sirvo yo solo y me dirijo a mi asiento, el que yo elijo, porque en los sueños todo es gratis e increíblemente fácil, por lo menos en los míos.  La película comienza con el plano de un edificio de seis plantas, la cámara se adentra en el portal, sube en el ascensor, uno de esos antiguos que hacen ruido y tiemblan demasiado. Se detiene en el cuarto y abre la puerta situada a la derecha. Al entrar en el piso, todo está oscuro, las persianas están bajadas y la única luz proviene de una antigua lámpara de flecos rojos que parece robada a un anticuario con mal gusto. Sonrío porque ese entorno me resulta conocido, casi sé lo siguiente que va a aparecer: los cuencos con restos de sopa sobre la mesa baja, la ropa hecha un ovillo, una vieja revista de cine de los 50 encima del televisor…se parece tanto a un lugar en el que yo he estado. La cámara nos hace entrar en la habitación del fondo del pasillo, el balcón está abierto, no hay nadie. En la mesilla una taza de té, un libro de un escritor francés y 5 polaroids de una mujer vestida con una gabardina naranja. La mujer cada vez más cerca, más dentro de plano, hasta que su cuerpo lo llena todo, es entonces cuando alguien de la fila de atrás me llama. Me da miedo volverme, descubrir algo que ya he visto antes, que no recuerdo y me da vértigo , aun así no lo dudo: me arriesgo. Justo detrás de mí hay una mujer que susurra algo, al acercarme a ella me doy cuenta de que está cantando y entonces yo la tapo la boca suavemente y termino la letra de esa canción que sin duda habla de nosotros.

2 comentarios:

Federico Calabuig dijo...

Yujuuu!!! Me encanta! :D Muy fan! Gracias!!!

Joanaina dijo...

Un final inquietante como bonito. Y las fotos de Sergio, como siempre, increibles!

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