miércoles, 25 de mayo de 2011

Avenue de l’opera


collage a cargo de Sara Morante
texto a cargo de Ana Robles
vida creada para Ángeles Martínez Corral

EL CONFIDENTE
Soy informático, tengo cuarenta y dos años y una hija de quince. Hace diez que no estamos juntos. Los dos vivimos en la ciudad de la luz, a casi dos mil kilómetros de distancia. Yo, frente al mar, al sur del sur y ella, frente a una torre puntiaguda que no paran de fotografiar. Desde su buhardilla, también se ve una ópera. Cuando nos separamos, su madre prometió alejarla para siempre. No le hice caso. He conseguido infiltrarme en su red de contactos. Ahora me llamo Paul y he vuelto a la adolescencia. Soy su mejor confidente. Como mi avatar lleva gafas y lee a Proust, no le pone nada, pero nos reímos mucho. No hay reto que se nos resista. Por su cumpleaños, regalamos miles de bicicletas y adoptamos trescientos perros. Ayer, pintamos la torre de rojo y repartimos crepes de chocolate. Hoy, navegaremos en piragua. Dibujaré delfines en el Sena y una isla a lo lejos. Quizás haya piratas.

lunes, 23 de mayo de 2011

boulevard de Clichy 69

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texto y fotografías a cargo de Irene Moray
vida creada para Gemma Doe

Me despierta uno de mis gatos, lamiéndome un pie que sobresale del edredón con su lengua rasposa. Me incorporo y miro a través de la ventana. Parece que ha salido el sol, pero aún queda nieve en el Boulevard de Clichy.
Me abrigo y salgo a la calle, cargada con muchas capas de ropa y –cómo no- mi cámara. Es increíble como en tan sólo un mes he podido acostumbrarme ya a la vida aquí. Al bullicio de esta ciudad, a toda esta gente desconocida, a tanto espacio abierto. Me gusta que se vea tanto el cielo.
Paseo cada mañana por Montmartre antes de ir a clase. Hoy, mientras camino me invade una extraña sensación. El tiempo aquí me parecen siglos, días. Se respira una añoranza rara, aunque no sé demasiado bien qué es lo que echo en falta. Quizá es que se hace demasiado tangible el hecho de ser una sola en medio de una ciudad que parece estar hecha para las parejas.
Me detengo ante un parque bañado por el sol y la nieve; saco una foto. Es curioso: he desarrollado una forma peculiar de retratar París. Al estar sola he aprendido de alguna forma a autorretratarme a través de sus calles y los transeúntes que encuentro en ellas. Sin buscarlo, parece que en mis fotografías queda reflejada esta sensación de soledad. Una soledad que no es triste, que me hace fuerte.
Miro el reloj: es hora de ir a clase. Cierro un momento los ojos, disfruto de la temperatura. Siempre me ha gustado notar calor en el cuerpo y el rostro y los dedos fríos, me hace sentir viva. Abro los ojos y sonrío. Una melodía de acordeón se mezcla con las palabras de la gente, a lo lejos. De repente echo a correr, riendo, pisando fuerte, hundiendo mis pies en la nieve. Estoy sola pero soy indestructible, tengo mi cámara, tengo un mundo de posibilidades, tengo París.

miércoles, 18 de mayo de 2011

En alguna parte del distrito V

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ilustración a cargo de Iratxe López de Munáin
texto a cargo de Anna Liebheart
vida creada para Estibaliz Hernández de Miguel

El día comienza despacio, acercándose a mi cuerpo desde el primer rayo de sol. La ventana está entreabierta y desde aquí puedo oler como florecen las plantas que comencé a cultivar este invierno, pronto podré hacer un pequeño festín de fresas y arándanos. Me encanta el color rojo, el momento de la transformación en algo que siempre está dispuesto para el cambio y la adaptación al medio. Yo soy así, alguien que camina y se detiene a observar las cosas que todo el mundo ve, pero con otros ojos. Hay tanto oculto, tanta gente disfrazada que muchas veces camino en sueños por las calles de distrito quinto y dejo que mi imaginación dibuje el más hermoso de los desfiles. La escena es sorprendente, casi de película, la música saliendo de una vieja gramola situada en lo alto de la cabeza de una bella mujer que es lo bastante alta, como para ser una princesa de las antiguas leyendas indias. Justo detrás de ellos el hombre que quiso convertirse en nieve y solo habla con los pájaros sonríe tranquilo y camina despacio, tanto que el último personaje de este desfile le empuja algo fastidiado porque teme quedarse sin los deliciosos pasteles que van a cocinarse hoy: El día en el que es obligatorio sonreír y ser amable. Hoy es el día que tanta gente espera, en el que todo el mundo se saluda y recuerda los viejos lazos que los unen, se olvidan los rencores y la gente por fin entiende que hoy empieza todo…
Bajo a desayunar, me visto y decido tomarme el día libre estoy segura que si me doy prisa y sigo el rastro de las serpentinas llegaré hasta ellos y entonces lo inesperado será la única regla a seguir.
Camino deprisa, casi corriendo…creo que ya escucho la música…

lunes, 16 de mayo de 2011

27 Rue de Fleurus

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collage a cargo de Anna Liebheart
texto a cargo de Thérese de Blamville
vida creada para Candela

Llueve en París esta mañana y el cuerpo se resiste a salir de entre las sábanas… Se está tan bien, tan cálido. Suave el tejido que roza la piel, tenue la luz que entra a través de estos exiguos ventanales de mi buhardilla en la 27 de la Rue de Fleures…, mi refugio, mi otra vida…
¿Qué es el arte Gertrude?..., me preguntas con dulzura mientras miras por la ventana, mostrándote desnuda e impasible a la ciudad y exhalando con vehemencia el humo de tu Gauloise…
Yo apoyo mi cabeza en la almohada mirando tu silueta recortarse sobre esta leve luz parisina de Noviembre, con todas sus curvas y sus ángulos; observo las diferentes tonalidades de tu piel, la forma descarada de tu barbilla, esa que tanto admira nuestro querido Pablo y que reconoces en alguno de sus lienzos, la línea interminable de tus labios sonriéndome…, y esa mirada tan tuya entre nostálgica y desafiante.
¿Estás realmente ahí…?. O eres otra de esas ensoñaciones perfectas que París me regala en mis bohemias madrugadas con resaca de pintura, poesía y champán…
Adoro esas reuniones nocturnas con amigos y artistas, muchos de ellos ambas cosas…
Creativas veladas donde cada asistente derrocha su tiempo y su arte con un solo objetivo: aniquilar el tedio, transformar la realidad del instante, reinventar el mundo creándose, creándonos a nosotros mismos cada día a través de nuestras obras…
París, el arte, esta habitación, el sonido de la lluvia pegando en los cristales…y tu voz que vuelve a arrastrarme al presente abandonando mis pensamientos.
¿Qué es el arte Gertrude?..., vuelves a decirme, esta vez con algo de urgencia en tu mirada…
Pregunta que es respuesta, ¿cómo explicarlo…?.
“Ven aquí conmigo Alice, cogerás frío…”.
Ella se acerca y lánguidamente se echa a mi lado sin dejar de mirarme…aún espera…
¿Volverás hoy a tu casa en Aix-en-Provence?...
La arropo lentamente…, retiro algunos mechones rebeldes de pelo que le caen sobre los ojos y la beso suavemente en los labios…
Alice…mon cher amie Alice…, haces tantas preguntas…

jueves, 12 de mayo de 2011

17 Rue Premicourt (París y ansiolíticos)

París y ansiolíticos
fotografía a cargo de sonia marpez
texto a cargo de Juan bello
vida creada para sandra martínez

17. Rue Fremicourt. Suena Tom Waits. Escribo. Mientras tú pintas ventanas dentro de ventanas. Escribo: la noche nos deja solos. Escribo: piel desconocida. Romeo is bleeding. Romeo. Pero tú no eres Romeo. Afortunadamente, dices. Hace frío. Diciembre suda. Mientras tú pintas. Yo te desconozco. Después follamos. Una noche cualquiera. París y ansiolíticos. El tiempo cae de tu muñeca. Sangre repetida. Quién eres, me preguntas. Escribo. Mientras tú lloras. Escribo: quedarse solos dentro de la misma piel.

lunes, 9 de mayo de 2011

Port de Saints-Péres (la boina verde)

Postcards from paris

ilustración a cargo de Ale Acosta
texto a cargo de Federico Calabuig
vida creada para Rocío Martínez 

Despierto. Los rayos de sol entran por la ventana y acarician mi cuerpo desnudo sobre la cama. Abro los ojos y observo como la brisa de la mañana mueve la cortina. Me entretengo unos segundos estudiando con detalle ese brillo que se refleja en el papel pintado de la pared. Creo que es mi momento preferido del día. Escucho el sonido del agua al pasar uno de esos barcos turísticos que tanto gustan a los de fuera y tan poco a los de aquí. Yo siento que soy de aquí… yo tenía que haber nacido en París. De niña estaba convencida que en el reparto de vidas se equivocaron conmigo. A veces todavía lo pienso.
Me levanto. Miro por la ventana y siento cómo me observan los cuadros del Louvre al otro lado del Sena. A veces, en las noches de insomnio, imagino que los personajes escapan de sus lienzos y conversan paseando por el palacio. Me divierto viendo como, en un duelo de divas, la Mona Lisa le saca la lengua a la Venus de Milo por pura envidia. Intento captar ese momento con mi cámara de fotos, pero siempre sale una gran mancha negra. Son muy escurridizas las grandes damas del museo.
No hay expresión del arte más maravillosa que un retrato. Es mágica esa sensación de captar un instante en la vida de alguien y que quede para siempre plasmado en un trozo de papel. Por eso sólo hago retratos de personas… porque durante un segundo el alma de esa persona te pertenece y a través de su mirada está contándote todos sus secretos. Me fascina ese momento de intimidad compartida… un retrato es mucho más que una simple instantánea, es toda una vida condensada en un instante.
Una boina verde pasea por el jardín de Luxemburgo y bajo esa boina un pelo y una cara y unos ojos y una boca y unas manos que cargan una caja de bombones y un libro que me pertenecen. Yo no soy yo sin mi boina verde y no hay en París un placer más grande que pasar la mañana del domingo tumbada en la hierba, escuchando el crujir de las hojas, leyendo y saboreando esos bombones de la pequeña confitería de mi calle. Una vez me dejaron pasar a ver cómo los preparaban y me sentí como una niña que entra en el taller de Papá Noel. Nunca he visto nada igual.
Vuelvo a casa después de un largo paseo. Ya es de noche y todos los gatos del barrio me persiguen. Saben que soy la única que les da de comer. Ese es mi pequeño placer inconfesable. Cada noche, antes de acostarme, bajo un poco de leche y comida para ellos y los acaricio mientras se acercan a beber del cuenco. Cuando pienso en mi vejez me imagino como una de esas abuelitas que viven rodeadas de gatos. Ya que no pude nacer en París, por lo menos, quiero morir aquí… pero para eso queda mucho tiempo aún. Espero.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Boulevard St Germaine

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Collage a cargo de Willy Ollero
texto escrito por Víctor Cuenca
vida creada para Clara Ureta Chudoba

Quiero volver a París. He recuperado el cuaderno en el que escribí mis primeras impresiones de la primera vez que fui a París. Letra grande y redonda. Poco o nada recuerdo de lo que describo en estas páginas. Todos son flores y sol, edificios sorprendentes, piedras ordenadas. La vie en rose, dejé escrito, el cielo es la vie en rose. Es posible que con el tiempo, todos estos recuerdos adolescentes hayan sido el sustrato del que se ha servido para crecer la simbología que he ido asimilando. En cada página hay un intento de reproducción de la Torre Eiffel en color rosa.

Ahora veo a esa joven adolescente como una prófuga de sí misma que busca una quimera a la que agarrarse. Es tal vez por eso que quiero volver, escribo en el cuaderno. París está en mi cabeza, y quiero sentir sus calles en los pies. Huyo de esta realidad que no soporto; viajar es un bálsamo.

Imagino la ciudad a mi antojo. París acaba cada noche y empieza por las mañanas desde tiempos inmemoriales. París nunca termina, escribo. Descubro así, por azar, que una ciudad no se mide por el número de habitantes si no por la cantidad de necesidades que es capaz de saciar. Por eso la ciudad lleva, como yo, toda la vida haciendo y rehaciéndose, destruyéndose. Quién sabe cuántas personas pasaron como yo por este trance. Podría ser para mí otra ciudad, pero para todos es París. Vestida de satén negro con una gran pamela, oculto mis ojos de los relucientes rayos de sol con unas gafas, mientras me caliento tomando un café en el mítico "Café de flore", miro la gente pasar como en una obra de teatro con la torre Eiffel como escenografía y me pierdo en dulces olores y melodías... La vie en rose. Quiero volver a París, escribo.